Escrito por: Jhostin Andrade
La moda siempre ha sido mucho más que ropa. Ha sido protesta, identidad, deseo, historia. Desde los corsés rígidos del siglo XIX hasta el auge del streetwear contemporáneo, cada prenda habla de su tiempo, de los cambios sociales, culturales y económicos que atravesamos como sociedad.
En cada época, los estilos han sido marcados por los ideales del momento. En los años 20, por ejemplo, las mujeres empezaron a usar vestidos sueltos y a cortarse el cabello como símbolo de libertad. Fue una respuesta al control y a la rigidez de décadas anteriores. En los 60, los estampados psicodélicos y las siluetas irreverentes representaron un grito de independencia juvenil frente al sistema tradicional.
Hoy, vivimos una época donde la moda ya no impone: conversa. Las pasarelas se abren a nuevas corporalidades, a modelos que rompen con los estándares clásicos, y a diseñadores que apuestan por tejidos sostenibles o técnicas artesanales olvidadas. La industria, que antes dictaba desde lo alto, ahora escucha y se adapta.
Además, el auge de la moda digital y el acceso a plataformas sociales ha democratizado la expresión. Ya no se necesita una gran marca para influir: basta con una visión, una voz auténtica y un teléfono con cámara. La moda se ha vuelto más cercana, pero también más consciente. Ya no se trata sólo de cómo te ves, sino de lo que comunicas con lo que llevas puesto.
Vestirse nunca ha sido una acción neutral. Cada elección, cada tendencia, cada diseñador emergente habla de lo que estamos viviendo. En un mundo en constante transformación, la moda seguirá siendo ese espejo íntimo y colectivo que refleja quiénes somos y hacia dónde vamos.